Without Spectacle /Senza Spettacolo
On the sunlit beaches of the Italian Riviera, I photograph women not as subjects but as presences—quiet, embodied, and momentarily free. Using a compact Minolta 110 camera, 35mm analog film, and direct flash, I capture fragments rather than full stories: a curve of skin, a tense shoulder, the line of a bathing suit, a paperback resting on a belly. These partial views are not accidental. Faces are often absent—this is not erasure, but a choice to move away from identity toward essence. I’m not looking for spectacle. I’m looking for stillness, for gestures that repeat across bodies and decades. A language of summer written in light.
Though my work has been compared to Martin Parr for its observational nature, my gaze is distinctly different. I shoot from within, as a woman, not as an outsider looking in. My interest is not in caricature, but in the codes of presence—how women inhabit space when they are unobserved, or believe they are. In this sense, my work shares more with artists like Mary Ellen Mark or the poetic Mediterranean intimacy of Claude Nori. There’s no moral distance here, no irony—just participation. My photography is shaped by the body I inhabit and the way it moves through public space.
These images are not meant to define or explain. They are sensual biopsies of daily rituals—sunbathing, fidgeting, dozing, claiming a towel-sized piece of coastline. Analog film and flash give the scenes a tactile immediacy: grain becomes sweat, color becomes heat. There is beauty in this ordinariness. And through these fragments, I build an archive—not of faces, but of gestures. Not of portraits, but of presence.
Without Spectacle /Senza Spettacolo
En las soleadas playas de la Riviera italiana, fotografo a las mujeres no como sujetos, sino como presencias: tranquilas, encarnadas y momentáneamente libres. Con una cámara compacta Minolta 110, película analógica de 35 mm y flash directo, capto fragmentos más que historias completas: una curva de piel, un hombro tenso, la línea de un bañador, un libro de bolsillo apoyado en un vientre. Estas vistas parciales no son accidentales. Los rostros suelen estar ausentes; no se trata de borrarlos, sino de alejarse de la identidad y acercarse a la esencia. No busco el espectáculo. Busco la quietud, los gestos que se repiten a través de los cuerpos y las décadas. Un lenguaje de verano escrito con luz.
Aunque mi trabajo ha sido comparado con el de Martin Parr por su naturaleza observacional, mi mirada es claramente diferente. Disparo desde dentro, como mujer, no como una intrusa que mira hacia dentro. No me interesa la caricatura, sino los códigos de la presencia: cómo las mujeres habitan el espacio cuando no son observadas, o creen que lo son. En este sentido, mi trabajo comparte más con artistas como Mary Ellen Mark o la poética intimidad mediterránea de Claude Nori. Aquí no hay distancia moral ni ironía, sólo participación. Mi fotografía está moldeada por el cuerpo que habito y la forma en que se mueve por el espacio público.
Estas imágenes no pretenden definir ni explicar. Son biopsias sensuales de rituales cotidianos: tomar el sol, inquietarse, dormitar, reclamar un trozo de costa del tamaño de una toalla. La película analógica y el flash confieren a las escenas una inmediatez táctil: el grano se convierte en sudor, el color en calor. Hay belleza en esta cotidianidad. Y a través de estos fragmentos, construyo un archivo, no de rostros, sino de gestos. No de retratos, sino de presencias.